Publicar o perecer, se dice. Esto ha traído problemas a las editoriales, sobre todo universitarias, bombardeadas de manuscritos. El historiador Robert Darnton, basado en su experiencia como miembro del consejo editorial de Princeton entre 1978 y 1982, da algunos consejos para salvar las dificultades, como una forma de sobrevivir en la lucha darwiniana por la existencia universitaria.
Por Robert Darnton*
Usted está inédito, es un desconocido, y acaba de terminar una tesis sobre las políticas urbanas en la región del oeste medio de Estados Unidos. O hizo un trabajo en los años 60 pero todavía no ha logrado publicarlo, si bien sus amigos le aseguran que ese manuscrito sobre la estructura de la metáfora en Jane Austen será ávidamente adquirido por una editorial universitaria. O es un veterano del salón de conferencias y quiere dar forma de libro a su curso sobre «Bizancio entre Oriente y Occidente». ¿Qué hacer? Indudablemente enfrentará dificultades, porque los tiempos difíciles en la educación superior y la edición se han vuelto más difíciles que nunca para los autores académicos en el sentido de lograr que su trabajo sea aceptado por las editoriales.
Puedo percatarme del grado de dificultad porque he completado un período de cuatro años en el consejo editorial de la Princeton University Press. Habiendo eliminado mis archivos – en realidad no son «archivos», sino siete cajas de cartón atestadas de informes de lectores y actas de reuniones del consejo- puedo ofrecer un recuento del proceso editorial a la persona a la vez más profundamente afectada y que menos sabe sobre él – a saber, el autor académico. Princeton sigue algunos procedimientos que no existen en otras casas, pero su experiencia es absolutamente representativa de las mejores editoriales universitarias. De esta manera, una información acerca de cómo los manuscritos son aceptados en Princeton debería ser de alguna ayuda para los autores que tengan que habérselas con editoriales donde quiera que sea en el mundo de la publicación erudita.
En primer lugar, estimado autor, debería usted saber que las probabilidades están en su contra. Me imagino que una en nueve o diez, calculando el número de manuscritos presentados frente al de los aceptados. A pesar de los tiempos difíciles que han afectado la vida académica – o a causa de ellos- los ofrecimientos aumentan casi todos los años. En 1972, primer año del cual tenemos cifras, la Princeton University Press recibió 740 manuscritos. En 1981, recibió 1.129 – un aumento del 52 por ciento. En 1971 aceptó 83 manuscritos. En 1981 aceptó 118 – un aumento del 42 por ciento. Retrospectivamente, la figura parece clara: la carga de ofrecimientos aumentó sostenidamente durante los años 70, se disparó en 1976 y 1977, y rompió la barrera de los 1.000 en 1980. La editorial respondió al torrente de manuscritos aumentando la salida de libros, de manera que ahora pretende aceptar cerca de 120 manuscritos al año, según permitan las condiciones financieras.
Aquel es un inmenso trabajo tanto para el consejo editorial, que se enfrenta a decisiones más difíciles en cada reunión, como para los editores, quienes deben arreglárselas con oleadas de manuscritos y entregar un creciente número de «no» a una creciente población de autores decepcionados. Visto desde la perspectiva del autor, el proceso luce aún más duro. En un año determinado, su manuscrito será uno de los cerca de 1.100 examinados por la editorial, y usted esperará que sea uno de los 120 aceptados para publicación. Para que así sea, debe sortear una serie de obstáculos. Debe atraer la atención de un editor, ganar el favor de dos o a veces tres lectores, lograr atravesar una barrera preliminar en una reunión pre-editorial del consejo, y sobrevivir a la selección final en la reunión mensual del consejo editorial, cuando cuatro profesores escogerán una docena de manuscritos de un conjunto de quince a diecinueve. No hay una cuota férrea, pero siempre hay perdedores – y cada año son más a medida que la competencia se vuelve más ardua. Siendo así, ¿cómo ganar? Después de registrar mis cajas de cartón, he alcanzado una respuesta: una segura estrategia de sobrevivencia para autores, usando seis sencillas maniobras:
I. Primera
No presente un libro. Presente una serie. En Princeton rechazamos libros por centenares, pero hasta donde sé nunca hemos rechazado una serie y aceptamos una media docena durante mis cuatro años en el consejo. Otras editoriales hacen lo mismo, especialmente en las ciencias naturales, donde la manía por las series es más fuerte. Si usted es sólo un humanista, podría proponer una serie sobre la condición humana y entonces deslizar como primer volumen de la misma su monografía sobre Jane Austen o la política urbana en el mediooeste norteamericano.
II. Segunda
Si debe proponer un libro, haga uno sobre pájaros. Nunca rechazamos manuales o guías, y hemos aceptado libros sobre pájaros provenientes de cada esquina de la tierra – Colombia, África occidental, Rusia, China, Australia… No puede perder, al menos no con Princeton. Otras editoriales encuentran irresistibles otros temas. Podría intentar las casas de campo con Yale y el arte culinario con Harvard.
III. Tercera
Si no puede darnos una guía de los pájaros, elija uno de los siguientes temas: William Blake; Samuel Beckett; la nobleza de casi cualquiera provincia francesa entre los siglos dieciséis y dieciocho; una nueva teoría de la justicia; una traducción de cualquier cosa japonesa, pero de preferencia poesía, que debería estar «unida» a y ubicada en algún punto del período que va entre el 2.000 a. C. y 1960, aunque cualquier otro período servirá.
IV. Cuarta
Táctica. No es suficiente escoger el tema correcto. Tiene que abordarlo de la manera correcta, y la táctica varía de acuerdo a la materia. Por ejemplo:
Política. El lector de la editorial debe ser capaz de decir en su informe, «Este estudio combina una rigurosa investigación de los datos empíricos con una significativa contribución a la teoría». Recomiendo especialmente la industria minera en Perú y la teoría de la dependencia, o el cobre boliviano y la modernización, en una adecuada versión revisionista.
Inglés. Debe probar que conoce todo sobre la más reciente teoría de la crítica literaria de París y New Haven y que no cree en ella.
Historia del Arte. Mantenerla a un nivel esotérico. Los vitrales del siglo trece están bien, pero deben ser de Borgoña, no de París o Chartres. Siempre se puede desviar a un catalogue raisonné de alguna colección, aunque casi hemos agotado el Museo de Arte Metropolitano.
Historia. Diga que es antropología.
Antropología. Diga que es historia.
Historia y Antropología. Use el recurso microcosmos-macrocosmos. En historia debe ser capaz de ver el universo en un grano de arena – digamos, Springfield, Massachusetts, en el siglo dieciocho. En antropología debería ser capaz de construir un universo simbólico a partir de un rito de pasaje – digamos, un funeral javanés.
V. Quinta
He aquí algunos principios tácticos a seguir, prescindiendo del tema:
Sea interdisciplinario. Mezcle campos; ello le hace parecer más innovador. Incluso puede mezclar metáforas para demostrar que usted está en las fronteras del conocimiento. Emule a la esposa de un docente de Princeton que comentó a un dignatario visitante en una recepción universitaria para los miembros del Instituto de Estudios Avanzados, «Es tan amable de parte de ustedes, la gente del Instituto, venir aquí y cruzarnos culturalmente».
Sea arriesgado, o mejor, aparente serlo. Diga, en efecto, «Este es un libro sumamente curioso. Los desafío a publicarlo». Y luego escriba algo común y corriente. Cuando estaba en el consejo editorial me sentí abrumado por un progresivo monografismo, por la tendencia a escribir cada vez más sobre cada vez menos, a asfixiar los temas con erudición, y a reducir las ideas a un porcentaje de notas al pie al punto de desvanecer aquéllas. De esta manera, propuse una cuota de riesgo. Establecimos la asunción de riesgo en nuestro programa regular de publicación al reservar una media docena de espacios para libros poco ortodoxos. Creo que incluso podíamos asignar uno o dos libros arriesgados a cada editor, con un mínimo de posibilidad de veto por el consejo editorial, de manera que los editores podían disfrutar de alguna rienda suelta. Como resultado, siguió llegando el mismo tipo de monografías, pero un nuevo argumento las acompañaba: «Este es un libro arriesgado; traerá consigo alguna crítica, pero producirá movimiento». Lo cual nos hacía sentir mejor a todos.
Sea revisionista. Siempre es bueno derribar alguna tesis «clásica». Pero hay que ser cuidadoso para captar el ciclo en el momento adecuado, porque una revisión de una revisión es una forma de lograr que usted aparezca regresando al punto de partida.
Sea pícaro, pero sólo un poco. Un manuscrito que no sólo es arriesgado sino también subido de tono tiene probabilidad de destacarse de los otros 1. 129. Esta maniobra es especialmente recomendada para los índices de materias, los que en cualquier caso son todo lo que la mayoría de los miembros del consejo serán capaces de leer. Un ejemplo reciente: «Inversión sexual consecutiva», «Situaciones de conflicto para la proporción sexual», «Hermafroditas engendrados por cruce». Aceptamos este manuscrito para nuestra serie sobre biología de las poblaciones sin vergüenza alguna. Trata sobre pájaros y abejas, aunque contiene también una sección sobre las lapas. Antes de participar en el consejo, nunca tomé en cuenta la vida sexual de las lapas.
VI. Sexta
Escoja el título adecuado. Dos principios prevalecen aquí: aliteración y dos puntos. La aliteración normalmente ocurre en el título principal. Debería ser breve, sugestivo, poético si es posible, y tan literario que el lector sólo pueda formarse la más nebulosa de las nociones sobre los contenidos del libro. Entonces aparecen los dos puntos seguidos por un subtítulo diciendo de qué trata éste. Algunos ejemplos, elegidos desde las listas de «Manuscritos Presentados», que recibe casi cada semana la editorial (debo admitir que escogimos muy pocos de estos para publicación): La Pausa del Péndulo: Portugal entre la revolución y la contra-revolución
Nótese la primacía de las «p» y el traspaso de la aliteración desde el título principal al subtítulo. Es lo que llamo el Principio Pedro Pérez Pereira. De esta suerte tenemos: Peligro, Pestilencia y Perfidia: La construcción del Lucknow Colonial, 1856-1877.; La Promesa de la Pena: Prisiones en la Francia decimonónica.
¿Por qué esta preponderancia de la letra «p»? No lo sé, a menos que Pedro Pérez Pereira haya invadido el subconsciente colectivo desde los jardines infantiles. Sin embargo, son permitidas las variaciones. Se puede aliterar en el subtítulo: Mujeres en la Agricultura: Producción campesina y Proletarización en tres regiones andinas.
Y se pueden usar otras letras. La «m» es muy buena; entusiasma al lector: La Musa Mediada: traducciones inglesas de Ovidio, 1560-1700.; Metáforas de la Masculinidad: sexo y estatus en el folklore andaluz.
La «v» tiene un efecto rítmico, propio de un vate: Vidas, Veneración y Versos: biografías de los trovadores.
La «r» también es recomendable. Reanima al lector: Retórica, Royce y el Romanticismo: el impacto del idealismo en las teorías del discurso del siglo diecinueve.
Este último título ilustra otro imperativo: ir de lo grande a lo pequeño. Un título debería funcionar como un embudo. Absorbe al lector al anunciarle algo grande en el título principal y luego lo lleva apretadamente a través del subtítulo a una monografía: Clase, Conflicto y Control: cultura e ideología en dos poblados de Kingston, Jamaica.; Tierra y Trabajo: dependencia económica y orden social en Springfield, Massachusetts, 1636-1703.
A modo de exquisitez, puede agregar una construcción del tipo «de … a». Transmite una sensación de rumbo y parece ser especialmente efectiva cuando se acompaña con la aliteración de la letra «c»: De las Concesiones a la Confrontación: la política de la comunidad Mahar en Maharashtra.; De la Costumbre al Capital: la novela inglesa y la revolución industrial.
Ocasionalmente, pero sólo con la mayor de las cautelas, es posible alejarse de la aliteración. Sin embargo, debe tener razones muy poderosas, tal como la necesidad de demoler al lector con un estallido de poesía: Ramas Bifurcadas: traducciones medievales inéditas de Ezra Pound.; La Perpetua Mañana Calma: simbolismo primitivo arquetípico en la poesía de Theodore Roethke.
El toque poético naturalmente va mejor con temas literarios: Fibras Extrañas, Transparente Lozanía: maestría y locura en John Ruskin.
Pero puede usarse en la historia del arte: La Armadura de la Luz: vitrales en Francia occidental, 1250-1325.
Y estará muy bien para cualquier tema que sea lo suficientemente profundo: El Secreto del Crisantemo Negro: el uso de Charles Olson de los escritos de C. G. Jung.
El efecto poético también puede lograrse por el uso evocativo del artículo indefinido: Un Entramado Complejo: la escritura de «Una semana en los ríos Concord y Merrimack» de Thoreau con el texto del primer borrador.
Si privilegia el artículo definido, mejor no se separe de la aliteración: Los Sirvientes del Sultán: la transformación de la administración provincial otomana, 1550-1650.; El Luchador Libertino: un estudio de la convención dramática isabelina y la decadencia de la representación figurativa.
Sin embargo, una imagen suficientemente vívida puede liberarlo de la necesidad de aliterar. Indudablemente, ello puede evocar una civilización entera, especialmente si apela a territorios del hemisferio oriental: Un Oso en la Tierra de la Quietud Matinal: planes soviéticos en relación a Corea, 1964-1968.; La Pagoda, la Calavera y el Samurai.
El último título proporciona un raro ejemplo de la poesía triunfando sobre los dos puntos. Pero nunca debería hacerlo así sin tener un subtítulo, a menos que esté absolutamente seguro de la potencia de su poesía. Por ejemplo: Trompetas Tocadas en la Noche Vacía.
Aún no sé de qué se trataba ese libro, ni cuál es el tema de otro manuscrito sin subtítulo que recibimos recientemente: Fundamentalmente Caos. Parece tener algo que ver con la física.
Un último tipo de excepciones se relacionan con ocurrencias poco ortodoxas, en las cuales se toma al lector por sorpresa no obstante cautivarle a través de sonidos e imágenes. Con la estratagema del título exhaustivo se asegura de atrapar al lector por algún lado, de manera de poder abandonar la aliteración: Marxismo y Dominación: una teoría neo-hegeliana, feminista y psicoanalítica de las liberaciones sexual, política y tecnológica.; Psicoestética, Psicologismo, Psicología: una investigación fenomenológica de sus relaciones.
Incluso puede intentar cosquillear el sentido del humor de quien lee: En las Rocas: una geología de Gran Bretaña.; La Vie en Prose: lecturas de las primeras novelas francesas.
Y, finalmente, puede intentar acertarle entre los ojos: El Imperativo Fálico: análisis y crítica de los privilegios sexuales masculinos.; Con Certidumbre: una refutación del escepticismo.
Debería terminar con ese tono positivo. Pero al revisar las estrategias disponibles para los autores académicos, debo confesar algún escepticismo en cuanto a certeza de cualquier tipo en el negocio de la publicación – y asimismo una secreta admiración por dos profesores: el primero es un físico que tituló sus libros Notas de Clase para Ciencias Astrofísicas 522, el segundo es un biólogo que tituló el suyo Comportamiento en la Anidación de los Escarabajos del Estiércol. Ninguno de ellos, siento decirlo, llegó a las prensas.
* «Publishing: A Survival Strategy for Academic Authors», aparecido en «The American Scholar» 52 (1983), ahora en el libro «The Kiss of Lamourette. Reflections in Cultural History» (1990), p. 94-103. Traducción de Patricio Tapia Pezo.