PCV. — Se sabe poco y nada de él. Bansky, artista callejero inglés, ha revolucionado el ímpetu activista del estarcido —stencil o pintura con plantilla— y el grafiti. Gracias a una envidiable capacidad de subvertir los estados comunes de las cosas —la lógica de la guerra, de la economía, de la sociedad, aceptadas ciegamente—, Bansky ha logrado llamar la atención fuera de Europa y, de paso, se ha convertido en artista de culto y cotizado.
Los muros citadinos, imperfectos y arbitrarios, son su tela de trabajo. Su calidad y precisión son notorias. Los municipios que gozan —o padecen— con sus intervenciones debaten si dejar indemnes o borrar los trazos irreverentes de Bansky. Da igual: guste o no, logra que adeptos y contrarios alaben o cuestionen su obra.
Su última jugada ha sido denunciar un ojo omnipresente —como el panóptico de Jeremy Bentham— que observa a todos los ingleses. Ya sea sobre la copa de un árbol o saliendo de un basurero, las cámaras de vigilancia aparecen de improviso y amenazan con captar todos los movimientos humanos.
A continuación les dejo un compilado de obras callejeras de Bansky.

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