Beethoven le enseñó a Czerny, Czerny a Liszt, Liszt a Krause, y Krause a Claudio Arrau, un precoz talento del piano nacido en Chillán. A los once años partió a Alemania con una beca. Al escucharlo tocar, Martin Krause dijo: “Este niño será mi obra maestra”. Interpretó la obra completa de Bach, Mozart y Schubert. Siempre sostuvo que su talento no era un fin, sino un medio para servir a la música. Tras su muerte, el diario español ABC lo llamó “el último eslabón” del piano romántico.
Su legado a Chile. Fue uno de los más grandes pianistas del siglo XX en el mundo. Especial reconocimiento tuvo su interpretación de las 32 sonatas de Beethoven.
{*Publicado en “Cultura”, El Mercurio}
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