Fernando Pérez: «Hay menos gente preparada de la que debiera para enfrentar el patrimonio»*

Fernando Pérez fue uno de los jurados de la Muestra Patrimonial de la XVII Bienal de Arquitectura 2010, que se realizará entre el 18 y 27 de noviembre en el Museo Histórico y Militar. Aquí Pérez habla de los avances y obstáculos de la reconstrucción, saca lecciones del terremoto y asegura que Chile carece de un contingente especializado para enfrentar desastres arquitectónicos como el de este año.

Patricio Contreras Vásquez

Después de meses copados de noticias de larga duración —Mundial de Fútbol, Bicentenario, rescate de los mineros—, los avances, obstáculos y frustraciones relacionados con la reconstrucción de lo que destruyó elterremoto de febrero comienzan a aflorar nuevamente.

Recapitulemos: el golpe a la arquitectura tradicional fue violento y en muchos casos fatal. Tras el impacto se sucedieron salidas a terreno, campañas de preservación, decisiones apresuradas. El apremio por soluciones habitacionales perentorias fue el combustible de las retroexcavadoras. Sin embargo, la acción mancomunada de autoridades políticas, organizaciones patrimoniales, expertos, académicos y la voluntad ciudadana ralentizó este aciago destino.

El arquitecto Fernando Pérez, director del Centro del Patrimonio Cultural de la Universidad Católica y jurado de la muestra patrimonial de la XVII Bienal de Arquitectura (ver recuadro), participó activamente en esa etapa inicial y aún cree que ha pasado poco tiempo desde entonces. Por lo mismo, sabe que la reconstrucción ha sido lenta. Reconoce que mientras visitó poblados afectados se convenció de que las zonas típicas en Chile son pocas, y que muchos inmuebles afectados -diseminados, pero componentes de un valioso cuerpo mayor- gozan del cariño y afecto de quienes los habitan, pero no de la protección institucional. Y eso es un problema importante.

«La manera de abordar ese tipo de construcciones menores es compleja, y exige nuevas formas de actuar desde el punto de vista de la organización de la demanda y de la construcción. Nosotros hemos estado acostumbrados a las viviendas de subsidios que se construyen juntas, en grandes paños y por una empresa. ¿Y qué haces ahora con unas viviendas que están diseminadas, que hay que pensar cómo hacerlas, qué empresas las hacen, quiénes se interesan? No es demasiado lo que se ha podido hacer».

-¿Es más optimista en relación al patrimonio declarado?
«Soy más optimista. Creo que se va a encontrar una solución».

-¿La institucionalidad va a funcionar?
«Sí, creo que va a funcionar. No sabemos cómo, cuánto se va a hacer. Es poco el tiempo que ha transcurrido. Se ha detenido la destrucción indebida, que no es menor. Entre una suerte de explicable angustia, histeria colectiva y en algunos casos ignorancia técnica, se echaron abajo, sin pensar debidamente, muchas construcciones. Por otro lado, se han ido acercando posiciones en el sentido de no descartar materiales. No hablo derechamente del adobe, porque creo que hay que ser más preciso: adobe, tapial, quincha, suelo cemento. Algunos expertos peruanos que han venido con motivo del terremoto suelen hablar de tierra armada como una manera de designar nuevas formas de construcción».

PATRIMONIALISTAS EN CHILE
-Este año llegaron pocas propuestas para la muestra patrimonial de la XVII Bienal de Arquitectura. ¿Es extraño, dado el contexto?
«No lo había pensado. No es tan extraño pensando que esto se hizo hace un par de meses. En muchos casos la gente todavía está organizándose y haciendo diagnósticos. Entonces no alcanzaban a tener propuestas. Y por otro lado también me atrevería a decir que tenemos una debilidad estructural en el país: tenemos menos gente preparada de la que debiéramos para enfrentar temas patrimoniales».

-¿No es falta de interés?
«No. Hay interés, pero creo que no ha habido suficiente preparación de cuadros técnicos en este sentido. Esta cuestión involucra aspectos legales, económicos, técnicos, formales y de visiones de cómo se enfrenta una restauración, una modificación. Yo estoy a cargo del Centro del Patrimonio de la Universidad Católica y en el mediano y largo plazo queremos apuntar a esto. Nuestra mayor contribución es que se profundice la formación universitaria. No significa que las personas que salgan de ahí van a ser expertos en patrimonio, pero sí van a haber escuchado un problema, van a saber entenderlo mejor, y creo que es importante una voz ciudadana y sensible hacia esos temas».

-¿Qué cosas concretas han hecho a través del Centro del Patrimonio?
«Hemos hecho estudios de patrimonio y participamos en algunos informes posterremoto. Tuvimos bastante intervención en la catedral de Linares y también nos pidieron informes sobre la parroquia de Santa Cruz. También hicimos visitas en Pichidegua. Por medio de un convenio representamos tanto a la catedral de Santiago como a la Arquidiócesis. Hemos participado en la discusión de las intervenciones que se están haciendo, por ejemplo, en la Catedral y en la iglesia de El Salvador, donde el terremoto ha alterado proyectos que estaban en marcha».

LECCIONES Y DEUDAS
-Llama la atención que el patrimonio siempre se liga a construcciones antiguas y determinados materiales. ¿La Bienal es el momento para expandir el horizonte de este concepto?
«Creo que sí. Una primera distinción es que se asocia patrimonio con vejestorio, y no es así. Patrimonio está más asociado a una cuestión de valor y problemas, ya sea de identidad cultural o de modos de vida. Recientemente los medios se han referido a los barrios cuyos vecinos se han movilizado para ser declarados zonas típicas, como Yungay, Matta Viel. Si atiendes a la fundamentación de esos vecinos, ellos dicen: ‘Esto nos permite vivir de una forma que queremos conservar’. Ahí hay un cambio, y eso significa que el patrimonio son cosas más nuevas de lo que la gente imagina. Hay una organización importante a nivel mundial, Docomomo, que se refiere a la documentación y conservación del patrimonio moderno, que sostiene que muchas veces este patrimonio incluso está en condiciones de mayor fragilidad para mantenerse».

-¿Por qué?
«En parte porque utilizaron materiales a nivel experimental, y esos materiales han sufrido deterioros. A fines del siglo XIX y a comienzos del XX se utilizaron formas del hormigón todavía experimentales, y algunas de ellas se han comportado mal. Hay veces que estos edificios están situados en lugares muy apetecibles para posibles desarrollos inmobiliarios, están bajo presión. Y quizás principalmente porque la gente no está consciente de que son culturalmente importantes. Otra distinción: esta idea de patrimonio difuso o débil, en que cada pieza no es importante pero el total es muy importante. Ocurre en pueblos como Curepto, Chanco, Paredones, Pumanque. La gente dice ‘esto no es monumento nacional’. Efectivamente, no lo es, pero de una manera difusa representa un elemento cultural de la mayor importancia».

-¿Qué puede hacer el Consejo de Monumentos en esos casos?
«Nada. Es complejo, las cosas toman trámites largos. Sus miembros pueden hacer conciencia pública sobre la importancia de esto y lo otro, pero legalmente no puede hacer nada. Sólo puede hacer con respecto a aquello declarado, y ya con ello tiene un trabajo que lo supera porque eso ha significado una carga sobre el Consejo de Monumentos enormemente importante».

-¿Alguna lección que podemos sacar para un futuro —y muy probable— terremoto?
«Tenemos que aumentar nuestros esfuerzos por conocer y documentar debidamente nuestro patrimonio; el patrimonio requiere ser identificado. A continuación, tengo que tenerlo bien registrado. Hay muchísimas obras patrimoniales, e incluso formalizadas como tales, que no están debidamente documentadas, de las cuales no hay buenos planos. En algunos trabajos de investigación habíamos tenido oportunidad de recopilar algún material y fue esta la ocasión en que alguien supo y nos llamó».

La percepción patrimonial de Curepto

En Curepto, los arquitectos Francisco Díaz, Claudio Vásquez y Alejandro Crispiani, más el constructor civil Francisco Pardo, trazaron líneas para recuperar su patrimonio. «Cuando tras el terremoto fuimos con el equipo multidisciplinario de la PUC, nos dimos cuenta de que ese valor había que intentar preservarlo de alguna manera, porque las retroexcavadoras estaban echando todo abajo. Así que nos pusimos en contacto con algunos vecinos -los propietarios de cinco inmuebles clave en la estructura urbana, que aun quedaban en pie- y les pedimos que nos dejaran trabajar en ellas, para salvarlas de la demolición. Así empezamos a estudiarlas y a descubrir cómo recuperarlas».

Díaz y sus compañeros explican que sólo uno de estos inmuebles estaba en zona típica. «Sin embargo, para cualquiera que los vea, y para toda la comunidad, son los más importantes de todo el pueblo junto a la iglesia. Preferimos pensar el patrimonio como aquellos edificios que mueven a la comunidad en pro de su preservación. Esta definición nos permitió explicar por qué estábamos hablando de patrimonio, cuando técnicamente, en el sentido legal, no era así. En ese sentido, la ley va mucho más atrás que la percepción de la gente, aunque es bueno que así sea, porque éstas son más dinámicas que las leyes. Cuando la arquitectura reciente logre ese nivel de vínculo con la gente, podrá reclamar su lugar como patrimonio». Hoy están en búsqueda de financiamiento para concretar el proyecto.

Una Bienal para reconstruir

El próximo 27 de noviembre, cuando se cumplan nueve meses del terremoto, habrá finalizado la XVII Bienal de Arquitectura 2010, que comienza el próximo jueves 18. Creada en 1977 por el directorio del Colegio de Arquitectos, este encuentro se adecuó al contexto posterior al terremoto.

«La convocatoria -explica Macarena Cortés, coordinadora de la muestra patrimonial de la Bienal- abrió la posiblidad de presentar ideas de proyectos o proyectos que no están ejecutados, cosa de ampliar el espectro de la intervención patrimonial en las zonas de desastre».

En la muestra de patrimonio hay cinco proyectos y cinco obras ya ejecutadas. Dentro del primer grupo está la postulación a declaratoria de Monumento Nacional del Cementerio General de Santiago , encabezada por el arquitecto Tomás Domínguez. El proyecto de Carlos Mardones para el Mercado de Talca fue previo al terremoto, por lo que este recinto quedó en peores condiciones ahora. En el caso de la fachada del antiguo edificio de «El Mercurio», en calle Compañía esquina Morandé , ya existe un proyecto aprobado. Aun así, el jurado de la Bienal seleccionó una nueva solución renovadora, presentada por Guillermo Hevia (hijo), Trinidad Valenzuela, Nicolás Urzúa y José Tomás Rodríguez. «El jurado consideró -dice Cortés- que este proyecto, aunque existiera otro (en fase de aprobación), representaba una alternativa crítica».

El Colectivo Muro -integrado por Maximiano Atria y Umberto Bonomo, entre otros- entregó una serie de lineamientos para la reconstrucción del Valle de Colchagua ; también hay una propuesta para el patrimonio de Curepto , de Francisco Díaz, Alejandro Crispiani, Claudio Vásquez y Francisco Prado. La selección patrimonial de la Bienal valoró la iniciativa de estos arquitectos -no son proyectos por encargo-, consciente también de las dificultades económicas y los impedimentos técnicos para concretarlas.

«Estas apuestas -agrega Cortés- tienen mucho que ver con innovación constructiva: cómo generar algo que sea símil al adobe en términos de espesor de muro, de la masa que tienen para sostener los grandes techos de teja. Los dos proyectos (Curepto y Valle de Colchagua) intentan reconstruir, a través de la innovación, esas fachadas que se cayeron».

Publicado en «Artes y Letras», El Mercurio

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