Patrimonio: ideas, reflexiones y proyectos que instaló el terremoto

La posible reutilización de escombros, una renovada conciencia patrimonial, los desafíos de la restauración y la importancia de lo intangible. Al cumplirse dos años del 27-F, abordamos los conceptos surgidos al vaivén del movimiento telúrico y del daño patrimonial. Una aproximación con acuerdos, divergencias y propuestas que aún siguen en lista de espera.

Restauración: aciertos y desafíos pendientes

El derrumbe patrimonial de las zonas centro y sur de Chile nuevamente sembró dudas sobre la idoneidad del adobe como material de construcción. Sin embargo, restauradores, arquitectos e ingenieros enriquecieron la discusión con alternativas técnicas (tecno adobe, malla de carbono, adobe armado, aislamiento sísmico) y metodologías (levantar fichas técnicas, conocer la historia del inmueble, trabajo intenso con las comunidades) que contribuyeron al diálogo sobre restauración patrimonial.

Macarena Carroza, directora de CREA, plantea que, para intervenir, el restaurador debe leer e interpretar el patrimonio . Y, por cierto, debe trabajar con los habitantes del lugar afectado. «Las comunidades son el actor principal de los trabajos que hemos realizado en CREA. Los adoberos con quienes trabajamos en la Sexta Región y que trabajan con nuestros arquitectos restauradores, han formado un gran equipo», dice.

«La planificación es clave», acota la historiadora y académica Daniela Marsal. «Es un trabajo mucho más largo, que también tiene que incorporar a las personas que ahí viven, porque finalmente uno tiene que generar pertenencia en donde vive. Las ciudades tienen una identidad».

Óscar Acuña dice que el lamentable caso de la Iglesia de San Francisco de San Fernando refleja los bemoles de la calidad de algunas restauraciones . El inmueble había quedado dañado para el terremoto del 85, y el 2009 se empezó a recuperar con el Programa de Puesta en Valor del Patrimonio . Pese a reforzarse estructuralmente, tras el terremoto del 27-F colapsó nuevamente.
«Nos faltó una mayor reflexión acerca de que tenemos que velar porque estas intervenciones no solamente sean desde el punto de vista patrimonial, sino que apunten a la ingeniería de esto», indica Acuña.

De 1985 a 2010: un cambio de paradigma

El diagnóstico parece ser unánime: en los 24 años, 11 meses y 41 días que transcurrieron entre el terremoto de 1985 y el del 2010, el país aumentó y mejoró exponencialmente su capacidad de responder al desastre patrimonial , sacando a terreno sus cuadros de técnicos y especialistas.

Para Óscar Acuña, ex secretario ejecutivo del Consejo de Monumentos Nacionales, entre los dos sismos la sociedad chilena tuvo una «evolución súper importante» en torno a la conservación patrimonial. Hernán Rodríguez, director del Museo Andino, acota que una mayor reflexión del público redundó en una preocupación por el significado del patrimonio.

¿Qué factores explican el cambio de sensibilidad y especialización? Mónica Bahamondes, directora del Centro Nacional de Conservación y Restauración (CNCR), dependiente de la Dibam, plantea que los proyectos financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo —primero con las iglesias de Chiloé, luego con una serie de monumentos nacionales— fueron los que potenciaron la creación de un «mercado» en torno al patrimonio.

«Siempre hubo gente en Chile que se dedicó a la restauración arquitectónica —explica— y lo hacían porque tenían una vocación especial». Si en 1985 teníamos una mínima cantidad de profesionales en el área, con los proyectos BID hubo un giro . «Hizo que muchos profesionales decidieran dedicarse a esta área, cosa que antes nunca había pasado porque no existía el mercado, no tenían en qué trabajar, no había plata para eso».

Pero la formación de una institucionalidad patrimonial y circuitos académicos y privados también contribuyeron a este fortalecimiento. El Estado lleva más de 80 años declarando monumentos nacionales , la Ley de Monumentos opera desde 1970 —la discusión sobre su mejoramiento es capítulo aparte— y en el último lustro el financiamiento del Consejo de Monumentos ha aumentado, aunque para los especialistas sigue siendo insuficiente.

Acuña cree que otros actores también fueron fundamentales en el trabajo post terremoto del 2010 . Destaca el rol de los medios de comunicación («este tema nunca lo dejaron de lado»), los recursos de la empresa privada, el trabajo minucioso de las organizaciones sociales y el aporte de universidades públicas y privadas que pusieron a disposición sus profesionales, profesores y estudiantes. «No era un tema que estuviera en una torre de marfil para un grupo de iniciados», agrega.

Hernán Rodríguez cree que el giro de mentalidad de las comunidades ha sido esencial y valora el interés que se expresa en instancias como el Día del Patrimonio . «Hay una mayor conciencia respecto a lo patrimonial, especialmente en sectores habitacionales, en barrios, en localidades donde sus propios habitantes están tomando conciencia del lugar que tienen, el lugar donde viven. Ellos son los primeros en buscarle una solución a ese desafío».

Escombros: antídotos de la amnesia sísmica

La imagen es icónica: una estructura de concreto coronada por una cúpula esquelética. Hasta las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945 era conocida como el Domo Genbaku. Desde entonces pasaría a ser el vestigio mejor conservado de los efectos de la bomba atómica en Hiroshima y epicentro de un memorial que cotidianamente le recuerda al mundo el trauma nuclear.

En Chile, disponer de hitos conmemorativos también puede ser un antídoto a lo que algunos llaman la «amnesia sísmica» . Tras el terremoto del 27-F, el arquitecto Patricio Mora pensó que reciclar los escombros del sismo —cuyo volumen, al menos en Santiago, era suficiente para llenar tres veces el Estadio Nacional— sería un remedio para nuestra frágil memoria de la catástrofe.

¿Qué hacer con millones de metros cúbicos de acero, hormigón, adobe y otros materiales? Junto a Leonel Pérez e Hilda Basoalto, Patricio Mora creó Proyecta Memoria, un grupo interdisciplinario con base en la Región del Biobío que ideó 21 propuestas de uso de escombros para levantar esculturas, fuentes de agua, plazas, barandas o luminarias. Incluso memoriales, como en Hiroshima.

«En Chile no existen referentes de espacios que conmemoren esta identidad , a diferencia de otros países como Japón», dice Mora. «En el caso de Concepción, que parte su fundación en Penco y se traslada por un tsunami al Valle de la Mocha, de alguna forma nos cataloga como emigrantes amnésicos, porque no tenemos ningún referente de Penco en el espacio público de la ciudad que nos haga recordar que venimos de un origen ya catastrófico».

El espíritu de Proyecta Memoria es que el escombro fusiona el acto que se desarrollaba en una construcción (el deporte en un gimnasio, la fe en una capilla) y el recuerdo que queda de ésta una vez que desaparece. Al reutilizar el escombro lo ordenan para resignificar el patrimonio en el espacio público. «Es transformar lo negativo que representa la catástrofe, y que en primera instancia se ve en los escombros, y darle un nuevo uso al reciclarlo o al reutilizarlo», dice Mora.

Ahora tienen dos proyectos: uno en el campanario de la parroquia San José de Arauco, donde se creará un oratorio al aire libre; y otro en Chanco, donde reciclarán adobe con el apoyo de la organización alemana Reclaiming Heritage. Después pondrán su foco en el norte de Chile, donde la inminencia de un sismo la ven como una oportunidad de preparación. Además, mañana lanzarán un libro , en español e inglés, que amplía la guía técnica de manejo de escombros que elaboraron el 2010.

Academia: de lo tangible a lo intangible

El 2010 debía ser el año del Bicentenario. Se publicarían libros, se realizarían seminarios y se ejecutarían rituales cívicos para conmemorar la efeméride. Pero el 27-F alteró los planes y remeció la discusión histórica y actual de nuestra vida republicana. Fue un karma ineludible: patrimonio, memoria, identidad e historia fueron conceptos que, hermanados, marcaron el eje de los análisis.

Esto relevó una constante insoslayable. «El terremoto hace muy evidente lo monumental, lo construido, que probablemente en Chile, con los sismos, va a ser siempre un problema endémico», argumenta Daniela Marsal, historiadora y Máster en Gestión del Patrimonio por la Universidad de Greenwich, Inglaterra. Para Mónica Bahamondes, directora del Centro Nacional de Conservación y Restauración (CNCR), esta situación creó una necesidad —iniciada también, dice, por los aportes del BID (ver recuadro de «1985 a 2010»)— que las instituciones de educación superior han comenzado a capitalizar. «Es un tema que ya se instaló en el país».

Actualmente, distintas casas de estudios disponen de programas de pregrado, posgrados y diplomados relacionados con el tema. La Universidad Católica cuenta con un Centro del Patrimonio; la Universidad de Chile tiene cursos de conservación y restauración arquitectónica; la Universidad de los Andes ofrece un magíster de Gestión Patrimonial; y la Universidad SEK imparte la carrera de Conservación y Restauración de Bienes Culturales.

Para Bahamondes, este aporte de las universidades debe ir más allá en términos formativos: «Ojalá algunos de los diplomados se transformaran en magíster , porque tenemos que darles la categoría que requieren los especialistas que intervienen en nuestro patrimonio. Hemos perdido mucho por no tener los profesionales adecuados».

Daniela Marsal, sin embargo, sugiere un matiz en el foco de atención , que proviene desde las instituciones y la academia: para ella, lo que salió a la luz con el terremoto fue el patrimonio arquitectónico, material. «Esta cosa de lo evidente, lo que se cae, lo que se destruye, evidente porque lo estás viendo, de repente invisibiliza esta enorme gama de prácticas, tradiciones y oficios del patrimonio intangible que puede ser igual de rica».

Por eso, Marsal cree que la dicotomía de bienes tangibles o intangibles, enarbolada en aulas universitarias y en la gestión, pierde sustancia en la vida real: «Todo patrimonio tiene cosas tangibles o intangibles . Las iglesias no solamente son la materialidad; lo importante es lo que pasa en esa iglesia, los feligreses, la fe. Son las cosas intangibles las que mueven».

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