2. Conciencia, libertad y responsabilidad
PCV. — El periodismo, como todas las profesiones, tiene deberes. Se podría decir que su fin es esmerarse por llegar a la verdad y transmitirla a toda la sociedad, pero tratar el concepto de la verdad nos llevaría a un extenso debate aún no resuelto y cuyo sólo planteamiento requeriría de un ensayo aún más extenso. José María Desantes ha precisado que el deber profesional de la disciplina consiste en satisfacer el derecho a la información. Para ello es necesario conjugar los elementos externos a la profesión con los componentes internos que constituyen el lex artis del periodismo. Por ello plantearemos algunas relaciones entre la libertad, la conciencia y la responsabilidad en torno al deber de informar.
Niceto Blázquez, en su monumental Ética y medios de comunicación, hace referencia a un informe elaborado por la UNESCO en 1980 en relación a distintos tipos de responsabilidades en el tema de las comunicaciones, que apuntan específicamente a los deberes en el ejercicio del periodismo. Según este informe, la libertad y la responsabilidad son dos términos indisociables, tanto que sin libertad no puede darse responsabilidad (como serían los tipos de presiones que más adelante comentaremos en torno a la conciencia) mientras que un actuar libre sin ser responsable puede desembocar en todo tipo de excesos (uno de los más recurrentes sería el de la intromisión en la vida privada y el descuido frente al daño que puede causarse). La correcta confluencia de ambos aspectos trae consigo una sólida ética periodística al momento de abordar la tarea de informar y que debería ser el norte y fin de los periodistas.
Sin embargo, hoy en día, dice Blázquez, esto no parece ser tan así. Muchas de las normas de conducta de los periodistas no cumplen estos cánones y la lucha actual, al parecer, no es tanto por llegar a la verdad sino por derribar los prejuicios presentes en la sociedad. Los propios errores de la profesión alteran el rumbo y generan nuevos fines, aunque abordar un tema como éste nos desviaría mucho de nuestro propósito inicial.
Al mismo tiempo, la conciencia, lo más propio de cada sujeto, nos permite actuar responsablemente. Un periodista sin conciencia no sabe lo que hace, y menos si eso es bueno o malo. Todo profesional requiere de esta capacidad —la conciencia— para poder juzgar sobre las acciones propias y las del resto, especialmente en los medios de comunicación, donde las acciones afectan directamente a los involucrados y tropezar con las mismas piedras puede validarse como práctica institucionalizada (el periodismo de farándula cae muchas veces en esta máxima: si el otro lo hace yo también puedo hacer lo mismo).
En este sentido, es preciso ser cuidadoso en las intenciones, los actos y las consecuencias que se generen; una ética periodística acorde con una vida moral debe necesariamente conjugar una lógica de este tipo. Los actos buenos son todos aquellos cuyas intenciones, acciones, medios y consecuencias son buenas. Y si una de las partes de la cadena no se desempeña como el resto, el bien como fin se puede desvirtuar en una escalada por lograr concretar fines personales o acordes a intereses particulares que beneficien a unos cuantos.
Así, Niceto Blázquez habla de la cláusula de conciencia como la objeción de todo profesional frente a actos que no quiere —y, en consecuencia, no debe— ser obligado a realizar; «un periodista no puede ser obligado ni discriminado por negarse a escribir [o a comunicar en términos generales] en contra de los dictados de su conciencia ética».[1] La cláusula de conciencia, en consecuencia, debería ser entendida, pues, como la garantía de cada profesional de la información frente a sus responsabilidades individuales, toda vez que éstas son puestas en peligro por imposición de «criterios exclusivamente empresariales, colectivistas o ideológicos».
Es necesario, por tanto, abogar por que las sociedades construyan y constituyan, lenta pero progresivamente, prensas libres que no estén sujetas a deformaciones comunicativas. El rol de los medios de comunicación y de los periodistas, la industria y el obrero de este efervescente mercado, debe ser conducido en esta dirección.
De esta forma hemos hecho un breve repaso de las relaciones entre conciencia libertad y responsabilidad en torno al periodismo. En primer lugar, es fundamental que todo aquel que desempeña una función en un medio de comunicación —una función que, sin ir más lejos, es de un carácter social irrefutable—, sea responsable y juicioso en su criterio al momento de desempeñarse: vivir de modo más humano en el periodismo permite desarrollar formas más humanas de comunicar los hechos y la verdad y, por añadidura, sociedades más concientes de sus defectos y virtudes. Y, en segundo lugar, las presiones derivadas de los intereses de particulares no deben poner en jaque la conciencia moral de los periodistas; de ocurrir se estaría trasgrediendo el espíritu básico de la profesión: la manutención de una independencia profesional.
Así, la responsabilidad en torno a la conciencia y la libertad en el ejercicio del periodismo no debe atentar y abusar de la confianza que la sociedad ha puesto en quienes ejercen este deber. «Cuando la prensa es libre —dice Albert Camus—ello puede ser bueno o malo; pero, evidentemente, sin libertad —concluye—, la prensa sólo puede ser mala»[2].
[1] Blázquez, Niceto; Ética y medios de comunicación, Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 1994, p.230
[2] Camus, Albert; Contra periodistas, España: Editorial Edhasa, 1997, p.47