Domingo Amunátegui Solar lo definió como un «cíclope de las letras» y uno de los investigadores más fecundos de Chile. A los 22 años fue designado en un cargo en Lima, donde tuvo contacto con documentos heredados de la administración colonial. Eso incentivó su interés archivístico. Fue modesto y sencillo, no tuvo grandes cargos políticos y se declaró incompetente para el oficio de profesor. Prefirió la soledad y silencio de los documentos escritos y obró siempre por la unión de los países latinoamericanos.
Su legado a Chile. Legó a la Biblioteca Nacional más de 8 mil archivos sobre el periodo colonial americano, hoy reunidos en una sala con su nombre.