Citas de la Utopía, de Tomás Moro (II)

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Tomás MoroLOS VIAJES DE LOS UTOPIENSES
—«Os percataréis, pues, de que a nadie le está permitido andar ocioso y que no hay pretexto que valga para la holgazanería: ni tabernas, ni cervecerías, ni rastro de burdeles, ni lugares de corrupción, ni garitos, ni escondrijos para reunirse […] Un pueblo que observa tales costumbres, por fuerza tendrá abundancia de todo; y si esa abundancia se distribuye equitativamente entre todos el resultado es que no existirá un solo pobre o mendigo» (p. 135).

—Para hacer frente a tales inconvenientes han ideado una solución muy en conformidad con el resto de sus instituciones y tremendamente disconforme con las nuestras, que tanto estimamos el oro y tan ansiosamente lo atesoramos. Para quienes no la han vivido es una solución increíble, porque mientras que para comer y beber usan vasijas de loza y de vidrio —muy elegantes, pero de escaso valor—, con el oro y la plata hacen orinales y diversos recipientes de uso ignominioso, que se emplean en instituciones oficiales y en las casas particulares. También se utilizan dichos metales para fabricar cadenas y forjar grilletes macizos con que aherrojar a los esclavos […] procuran por todos los medios posibles que se tenga como cosa denigrante al oro y la plata» (p. 138)

—Sin embargo, más les asombra, y más detestan aún, la estulticia de los que sin deber nada a esos ricachones, ni depender en nada de ellos, les rinden honores poco menos que divinos tan sólo por tener riquezas: a sabiendas de que esos ricos son tan miserables y cicateros, que pueden tener la absoluta seguridad de que no van a tocar una perra en toda su vida de aquel montón de dinero» (p. 141).

—Pero ¿no es una muestra más de ese mismo género de idiotez el presumir de honores vanos e inútiles? ¿Qué placer puede reportaros —me refiero al natural y auténtico placer— el que alguien se descubra la cabeza o doble la rodilla? ¿Acaso es eso un remedio para vuestro dolor de rodillas, o se os quitará con ello la jaqueca?» (p. 149).

—Así pues, el ingenio natural de los utopienses, ejercitado en los saberes literarios, se aplica asombrosamente a las invenciones técnicas que contribuyen a mejorar nuestra existencia» (p. 159).

LOS ESCLAVOS
—Mayor dureza emplean aún con sus conciudadanos, pues juzgan mucho más deplorable su conducta, y merecedora de un escarmiento más ejemplar, porque habiendo recibido una excelente educación para llevar vida virtuosa no han sido capaces de rechazar la atracción de la delincuencia» (p. 160).

—La costumbre que allí tienen los príncipes de respetar tan mal los tratados —como decía— es el motivo, en mi opinión, de que los utopienses no concierten pacto alguno; quizás cambiarían de parecer si vivieran aquí, entre nosotros. Pero, aun cuando se observasen con toda fidelidad, piensan que eso de tener que sancionar todo con tratados es perniciosa costumbre» (p. 171).

LAS RELIGIONES DE LOS UTOPIENSES
—Sin embargo, la gran mayoría —que es con mucho la más sensata— no venera a ninguno de ésos, cree más bien en la existencia de una única divinidad: incognoscible, eterna, inmensa e incomprensible» (p. 183).

—Entre sus más antiguas instituciones cuentan, ciertamente,  con una por la que se establece que nadie ha de sufrir molestias a causa de la religión que profese» (p. 186).

—Son ellos, los sacerdotes, los encargados de instruir a los niños y a los jóvenes, atendiendo más a las costumbres y a la virtud que a la enseñanza de las letras. Su máximo esfuerzo consiste en inculcar cuanto antes en las mentes de los niños, aún tiernas y maleables, sanos principios, útiles para la conservación del Estado. Principios que, una vez implantados en la infancia, acompañarán al hombre toda su vida, sirviendo con eficacia al mantenimiento del régimen social (pues su ruina no proviene más que de los vicios brotados de ideas perversas)» (p. 193).

Consideraciones finales
—¿No es acaso injusta e ingrata una sociedad que prodiga tanto obsequio a esos que llaman nobles, y a los orfebres  demás congéneres, gente ociosa que vive tan sólo de la adulación y de fomentar vanos placeres? En cambio, ¿qué benévolas prevenciones se hacen a favor de labradores, carboneros, braceros, carreteros y carpinteros, sin los cuales sería imposible que subsistiera el Estado? Porque, una vez que han consumido su edad viril en el trabajo […] se les paga, desgraciadamente, con la más mísera de las muertes» (p. 202).

2 comentarios sobre “Citas de la Utopía, de Tomás Moro (II)

  1. La posición filosófica de Tomás Moro es muy específica. Es una perspectiva «utópica» de salir de los vestigios de su tiempo.

    De igual, Moro también manifiesta cierta sátira y sarcasmo en su obra «Elogio de la locura». Por medio de sus creaciones literarias, podremos descubrir, sea o no de manera superficial, la cosmovisión del autor.

    ¡Salud!

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