Reseña: La tiranía de la comunicación

La tiranía de la comunicación

PCV. — Siguiendo las líneas de análisis abordadas en Le Monde Diplomatique, el español Ignacio Ramonet, su ex editor, dispara contra la televisión. En La tiranía de la comunicación, título publicado hace diez años, Ramonet retoma una idea central en su arremetida contra este medio de comunicación: ver no es comprender.

Denunciando el inmovilismo del periodismo frente al vertiginoso influjo informático actual —que impide reaccionar y tratar adecuadamente la información, ideas ya tratadas por el francés Pierre Bourdieu en su célebre investigación Sobre la televisión (1996)— y a la comodidad del ciudadano, conforme de que la televisión le es suficiente, Ramonet aclara que de ese modo se comunica, pero no se informa.

Así, la censura moderna, plantea este autor, no viene por el ocultamiento; son los medios los que promueven el silencio: «¿Cómo ocultan hoy la información?», se pregunta. «Por un gran aporte de ésta: la información se oculta porque hay demasiada para consumir y, por tanto, no se percibe la que falta» (p.40).

El opúsculo de Ramonet —de diseño amable y atractivo— se divide en diez capítulos. Destacamos su visión de la asimetría informativa entre los países del norte —monopolizadores— y del sur, y su primer capítulo de “Comunicación contra información”, de donde recogemos parte de lo comentado en este breve artículo que ya termina.

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7 comentarios sobre “Reseña: La tiranía de la comunicación

  1. La brevedad de la reseña me ha obligado a complementarla acá, especialmente los antecedentes que explican las posturas del autor. Ramonet escribe desde la trinchera protegida por Le Monde Diplomatique, cuya premisa en torno a los medios de comunicación es reiterativa: en el mundo son pocas las manos que controlan los canales de información (y por eso los lectores y colaboradores de esta publicación poseen parte de su propiedad, instaurando una “minoría de bloqueo” que garantizaría la independencia del medio).

    En otras palabras, la sombra de una mano invisible —capitalista, por cierto—, que lo controla todo, que subyuga nuestras mentes a través de las informaciones, es lo que propicia una censura sutil y maquillada: la del exceso en la entrega de contenidos.

    Al existir tanto ruido, tantos mensajes inconexos, el ciudadano se desorienta. Dice Ramonet: “Una de las características principales de los medios hoy es la contaminación”. En su postura, nos hemos asfixiado.

    El autor entrega un ejemplo que explica cómo los medios de comunicación simplifican los hechos, ocultando la relevancia de los mismos: los acuerdos entre la OLP e Israel en Oslo, en 1993, se reducen a un apretón de manos y su fotografía correspondientes. En Chile tenemos casos similares: desde el «¿Por qué no te callas?» del Rey Juan Carlos a Hugo Chávez hasta el jarrazo de agua de María Música a la ministra de Educación. Ahí la anécdota se come al trasfondo.

  2. Si bien se omite mucho – y está de sobra explicar que se debe a la notoria cantidad de noticias, etc – me parece obvio que muchas veces se haga. Si uno toma el tiempo promedio que debe tener una nota periodística, esta no sobrepasa los 2 o 3 minutos. Esto se debe a que si cada nota fuera más específica, e hicieran un gran esfuerzo por aumentar la cantidad de información terminaríamos por tener un noticiario (en televisión abierta – nacional) las 24 horas al día, y un periódico de 400 págs. diarias.

    Lo que si está claro es la pobre administración de información. Como decía el artículo, noticias como la de la mocosa revolucionaria terminan por perder el contexto.

  3. Creo que existen dos errores. Primero, hablas sin haber leido el libro mujer. A pesar de esto yo caere en lo mismo, pero solo para responderte. Segundo, tu comentario se desvia creo de lo que plantea la tesis.

    Mira te planteo un ejemplo: Un hombre roba una manzana. Un medio de comunicacion lo plantea de la siguiente manera: Un hombre robo una manzana, y al correr atropello a una abuelita tirandola al suelo. Se pone acento en la violencia que produjo el robo. Eso crea una imagen del hecho, probablemente mala del ladron.

    Otro medio lo plantea de otra forma: Un hombre roba una manzana, por que no comia hace tres dias. Creo que es claro la diferencia entre ambos, y el enfasis en diferentes puntos, lo cual tiene un efecto diferente en la gente que es informada.

    Se trata que detras de lo que es comunicado, existe alguien que toma decisiones, a eso se punta creo yo.

  4. Creo que quienes manejan los medios de comunicación, poseen un poder muy fuerte que logra manejar ,a su vez, la opinión publica y crea una conciencia sobre lo fenómenos sociales. Veo que nos entregan una «verdad» sobre los hechos que acontecen, muchas veces arbitraria, por lo que me parece acertado pensar que la información entregada, remite a una visión conveniente, una visión «que se quiere proyectar».

    Por este motivo, el trasfondo queda oculto, porque los hechos se tienden a particularizar, a enfocarse demasiado en los actores y no se centra en el esfuerzo por desvelar el sentido real a la base. Quienes manejan los medios, poseen un poder abismante en la concientización de masas, los medios te envuelven, te seducen, por lo que el control es tremendo al «crear un pensamiento» frente al entorno en que nos desenvolvemos.

    Ciertamente hay alguien que toma decisiones, de que información se da y de cómo se da, pues en el fluir noticioso se entra a «hilar fino» con lo que se muestra a la luz. Ahora, ¿Con qué criterio se realiza esto?

  5. Me interesaría complementar las posturas de Ramonet y de quienes han opinado acá. Sebastián y Diego aluden al sujeto que toma las decisiones al seleccionar información: el periodista, en primera instancia; después, el editor; y si ascendemos en la escala jerárquica, el dueño del medio.

    “¿Con qué criterio?”, se pregunta Diego. No creo dar con una respuesta. Pierre Bourdieu —autor que espero reseñar pronto, más que nada por sus iluminadores análisis en torno a la televisión— plantea que, a grandes rasgos, son los índices de audiencia (o los niveles de lectoría) los que motivan la selección de la información. Y en esta búsqueda por satisfacer un flujo de ingresos proveniente de la publicidad, los medios de comunicación han perpetuado una cruzada: anticiparse a su competencia, “golpear” o llegar con una primicia noticiosa.

    Lo grave, dice Bourdieu, es que esta selección se ha convertido en una «colosal censura» (distinto al ocultamiento de información de Ramonet): los periodistas retienen lo que es interesante para ellos y lo que debe complacer este plebiscito comercial. ¿Consecuencia de esto? «No hay discurso (análisis científico, manifiesto político, etcétera) ni acción (manifestación, huelga, etcétera) —dice Bourdieu— que, para tener acceso al debate público, no deba someterse a esta prueba de selección periodística» (Sobre la televisión, 2007).

    Lo que dice Diego es avalado por lo anterior: el medio de comunicación es dominante para influir en otros campos, “crea conciencia sobre los fenómenos sociales”.

  6. Hola a todos!
    Primero, quería decirles que nos encontramos en grandes dilemas respecto a la información y a la comunicación, tanto éticos como morales. Por una parte, la tendencia se está agrupando hacia el concepto de grandes conglomerados informativos en donde la información es dirigida por una elite, en muchos casos, tecnócrata que, con ánimo de lucro y de influencia de ideas busca la figuración.
    Por otra parte, tenemos un espectador cada vez más pasivo que, ante la cantidad abrumadora de información, sólo surfea en Internet sin profundizar en ningún tema.

    Este dilema es sumamente interesante, porque se ha transformado en un fenómeno sociológico y filosófico en donde el ser humano es incapaz de establecer cuestionamientos más allá de lo superficial y al mismo tiempo se muestra incapaz en estrechar lazos humanos.

    Una tercera arista del problema es la mala preparación de los comunicadores, que, en muchos casos, se hacen llamar periodistas pero algunos sólo transmiten opiniones y doxa. Con bastante descaro establecen y legitiman una ética errada de la profesión y la ensucian, y al mismo tiempo transmiten mensajes errados a la sociedad y reproducen un modelo viciado.

    Como estudiante de periodismo me llama la atención como muchos opinólogos se hacen llamar profesionales,yo no me hago llamar doctor porque mi entidad no lo es, no adquirí una preparación que pese a ser deficiente en muchas áreas entrega una formación. Mucho más reprochable son los casos de periodistas de profesión que cometen actos poco éticos, sólo ensucian el espacio público. Sólo les propongo una pregunta para la reflexión: ¿Qué hacemos con estas cadenas de la ignorancia y el paradigma del «surfeo» en donde no se profundiza en nada ni nadie?

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